El libro de David Wiesner Los Tres Cerditos transgrede todas
las convenciones del género desde un punto de vista absolutamente lúdico. El
poder narrativo de las imágenes es tan poderoso que se hace difícil redactar una
reseña que pueda dar cuenta de semejante despliegue visual.
El cuento comienza de la forma tradicional, pero una
sorpresa nos aguarda ya en las primeras páginas. El lobo llega a la casa de paja
y la derriba de un soplido, con tanta fuerza que el cerdito sale volando de la
hoja. A partir de allí, el cuento se disocia y continúa en tres planos. Mientras
el texto sigue en forma tradicional, la ilustración
plana nos muestra al lobo buscando desconcertado y la ilustración tridimensional
al cerdito “salir” de la página. El lobo va a la casa del segundo cerdito, pero
el primero lo invita a escaparse, juntos van a buscar al tercero y se escapan
fuera de las hojas. Allí, construyen un avión de papel con una página y salen
volando. En el espacio donde existen las hojas de papel, donde están todos los
cuentos, entran a otro libro del mismo autor, La Princesa Dragón. Rescatan al
dragón antes de que el caballero llegue a matarlo y luego de encontrarse con el
gato violinista deciden volver. ¡Menuda sorpresa se llevará el lobo cuando el
dragón le abra la puerta! Para terminar, qué otra cosa podrían comer los
personajes más que sopa de letras.
Las ilustraciones muestran la enorme versatilidad del autor,
que maneja dos estilos principales de ilustraciones, la plana del cuento y la
tridimensional del escape, pero también las perspectivas de las hojas que se tuercen,
se doblan o se arrugan, el libro del dragón y más, todas con sus técnicas de trabajo diferentes. Y
como si fuera poco lo hace parecer tan fácil que uno se deja llevar en la
aventura visual. David Wiesner ha ganado varios premios, entre ellos tres
Medallas Caldecott y dos Caldecott de Honor. Su concepción atrevida y su
agudeza visual pueden disfrutarse en Flotante, de Editorial Oceano.
¡Hey, Diddle diddle! de Randolph Caldecott |
El libro irreverente y transgresor, se hace cómplice con el
lector. Los niños disfrutan la ruptura de la “normalidad”, de lo conocido, el
escape de las páginas, el entrecruzamiento de sentidos entre el texto, la ilustración
plana y el escape tridimensional de los cerditos. Al autor le queda espacio
para que un cerdito mire hacia el lector, rompiendo el “pacto de incredulidad”
y para una doble página donde los cerditos entran en el, considerado por
muchos, primer libro álbum ¡Hey Diddle Diddle! de Randolph Caldecott. Por
supuesto que las letras para la sopa de letras salen del propio texto, dejando
el final inconcl
Un libro de mucha profundidad y muchas lecturas, pero todas que
divierten al lector, sin importar su edad.
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