Editorial Juventud.
Cal es un chico que vive con su familia en una modesta
granja en lo alto de los Montes Apalaches. Él, que debe realizar las tareas
propias de la vida rural, no entiende por qué su hermana se la pasa “el día
entero enfrascada en algún libro” sin hacer nada. Y mucho menos entiende a esa
señora que, montando una yegua alazana, llega hasta su casa a traer libros que
ni siquiera vende “porque no cuestan dinero, como no cuesta dinero el aire”. El
tesón de la señora de los libros, que sin importar el estado del clima se
acerca cada quince días a cambiar los viejos libros por otros, termina por
horadar la máscara de desprecio que envuelve a Cal, algo deben tener esos
libros para que en plena nevada la señora venga a traerlos. Así, Cal le pide a
su hermana que le enseñe a leer, y ya no importa que el invierno sea largo o que
afuera nieve.
La señora de los libros es un hermoso libro que está basado
en un hecho real, el Proyecto Biblioteca a Caballo, fundado por Roosevelt en el
marco del New Deal. Cientos de mujeres se movilizaban, a pesar de los bajos
sueldos, el estado de los caminos y las malas condiciones climáticas para
acercar libros a las casas de los habitantes de los Montes Apalaches. Heather
Henson acierta con el tono de la narración; el punto de vista del muchacho,
fielmente trazado, nos muestra la dificultad de comprender el valor de la
lectura y las barreras muchas veces existentes entre los jóvenes y el objeto
libro. Los celos, la incomprensión y la dureza de la vida de la granja son
contados con naturalidad, sin recargar las tintas ni forzar la historia.
Las ilustraciones de David Small, en acuarela con contornos
de lápices subrayan la majestuosidad y la soledad de los Apalaches. La
expresividad de los rostros endurecidos por la vida de trabajo, contrastan con
la suavidad del paisaje. Las ilustraciones coinciden con el tono de la narración,
la descripción de la vida modesta, de la familia apiñada en una cabaña de una sola
habitación “como sardinas en lata” es mostrada en un segundo plano respecto a
los protagonistas y fluye con naturalidad del relato gráfico. La decisión de no
dibujar el rostro de la señora de los libros acentúa la voluntad de estos héroes
anónimos que no vacilaban ante nada con tal de promocionar la lectura. Las
ilustraciones tienen un dejo a los mejores comics norteamericanos (John Byrne´s
Next Men sobre todo) lo cual acerca el libro a los adolescentes de hoy.
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