miércoles, 18 de abril de 2012

Cuentos por teléfono, Gianni Rodari, Editorial Juventud


Esta reseña no va a ser imparcial, no va a ser muy academica que digamos, ya lo intenté y no funcionó. No leí Cuentos por telefono cuando era niño. Editorial Juventud tuvo que reeditar el viejo libro de 1993 para que yo tuviera la oportunidad de conocer a Gianni Rodari, les estaré eternamente agradecido.

Pero antes de marcharse, su hija le recordaba:
–Ya sabes, papá: un cuento cada noche.
Porque aquella niña no podía dormirse sin que le contaran un cuento... 

Estoy maravillado, por varias razones. La primera es que la maravilla se transmite en cada  pequeña postal que escribe Rodari. La fantasía, la fantasía como forma de conocernos, como viaje a lugares que al volver nos dicen cosas de nosotros mismos que ni nosotros mismos conocíamos. La fantasía cercana, donde subir a un colectivo, o apretar un botón de ascensor abre nuevos mundos, nuevos mundos que son este mundo.

La segunda es que Rodari no esquiva ningún tema la muerte, la guerra, el odio son tratados de la misma forma que el amor, o la esperanza o la amistad. Con ternura, pero directamente, sin disimulos, sin dobles sentidos. El albañil que vive en el edificio donde murió y que termina de morir recién cuando un bombardeo derrumba el edificio. El anciano que ha construido tantas casas pero vive en un asilo. La vida de un niño no tiene censura, los niños no dejan ningún tema sin tratar, lo preguntan todo. Y, como plantea en uno de sus cuentos, es fundamental responder las preguntas de los niños. Por eso Rodari no esquiva ningún tema difícil. Por respeto a sus pequeños lectores.

La tercera, la libertad, la libertad de los personajes, que se mueven a sus anchas por el mundo. Las narices se escapan, los hombres le tocan las narices a los reyes, los buses se desvían de su recorrido. Esa libertad es fruto de la forma de escribir de Rodari. Me permito una comparación. Hoy los futbolistas juegan mirando más los promedios que la pelota, hoy importa más un penal mal cobrado que un gol. Rodari no teme interpelar al lector, finalizar un cuento por la mitad o tomar partido, criticando lo que le parece mal y vivando lo que considera bueno. Escrito en 1962, es un soplo de aire fresco en estos tiempos de "educar en valores", de "publicar para la escuela". Lo mismo ocurre con el humor, los cuentos están empapados de humor, el humor de quien no se toma muy en serio a si mismo. Rodari me hace acordar a Garrincha, gambeteando por gambetear, sin pensar siquiera en el gol. 

La cuarta, referida a esta nueva edición, la traducción conserva ese toque "tano" acentuando la sensación de extrañamiento pero a la vez de cercanía a lo relatado.

"¡Pobrecitos! Les había dado la señal de "vía libre" para el cielo. Si me hubieran entendido, ahora todos sabrían volar. Pero quizás les ha faltado valor" (El semáforo azul)


Un párrafo aparte merecen las ilustraciones de Emilio Uberuaga, son el complemento perfecto. Todo lo dicho arriba sobre los cuentos, podemos repetirlo para las ilustraciones. La expresividad, el humor y la ternura transitan por el libro, desde los márgenes, el principio o final de los cuentos, las imágenes nos toman por sorpresa y nos sacan una sonrisa. Uberuaga es un reconocido ilustrador español, creador del entrañable Manolito Gafotas, y el año pasado ganó el Premio Nacional de Ilustración. 


Conclusión: Cuentos por Teléfono es una de las más importantes obras de la literatura infantil de todos los tiempos. Y vale la pena leerla.



Cuando se envolvía en ella para dormir, su mamá le contaba un cuento muy largo, y en el cuentohabía un hada que tejía una manta tan grande que tapaba a todos los niños del mundo que tenían frío...
(La manta del soldado)

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