Valentina es una princesa y vive en un castillo. Sus padres
son el rey y la reina. Claro que es un castillo muy especial, ya que se
encuentra en la orilla de la lejanía, más allá de lo más alto. A Valentina le
molesta que, siendo reyes, sus padres pasen tanto tiempo en ese tal Todo, donde
deben trabajar. Y tanto van sus padres allá abajo, a ese tal Todo, que ella
también quiere ir, y así un día van los tres juntos. Entonces Valentina
descubre el Todo, donde las chicas de su edad quieren ser princesas y se visten
y hablan todas iguales.
Marcio Vassallo, y también Suppa desde la ilustración, no
nos hablan de la pobreza, nos hablan de dignidad, amor e igualdad. Porque
Valentina es una princesa muy especial, es princesa en su imaginación, con su
corona de papel de diario, pero también es princesa del amor. El amor que le
tienen sus padres, que la convierten en SU princesa. Por eso Valentina, a
diferencia de las chicas de Todo, no quiere ser princesa, ni necesita ropas de
princesa. Por eso cuando los dragones pasan escupiendo fuego y barullo son los
abrazos de sus padres y sus historias de pensamientos bien estirados los que la
calman. De ese amor surge una auto afirmación y la construcción de una
individualidad muy fuerte. Valentina no necesita ser “alguien” en la vida. Ella
ya es alguien, para los que le importan. Y Valentina es hermosa, con una
belleza que está en su interior, en su manera valiente de amar la vida, en esas
orejas de soplillo que escuchaban las nubes y esas piernas largas que saltaban
sobre los pensamientos. Y una manera de ver las cosas donde una cama tiene
ganas guardadas para noche y olor a abrazo arrebujado, una ventana tiene vistas
hacia adentro y una cortina abre las ideas.
Valentina también nos habla de la dura realidad que deben
enfrentar las familias trabajadoras, cuyos hijos ven a sus padres entre sueños
al levantarse y al acostarse, que quedan al cuidado de “doncellas”, tías o
abuelas que tomar esa enorme responsabilidad.
La maestría de la prosa de Vassallo merece un párrafo
aparte. Su particular forma de contar, llena de metáforas, se encuadra dentro
de la mejor tradición de la prosa poética brasileña, cuyo máximo exponente
fuera Bartolomeu Campos de Queirós. Vassallo logra una cadencia propia, llena
de ternura y amor. Los “dragones que escupen fuego y ruido”, las “puertas de
alas abiertas”, ese “tal Todo” que queda allá abajo, a orillas de otra lejanía
y esa frase tan fuerte: “como si lejos de todo no pudiese existir lo bonito”.
Las ilustraciones de Suppa completan la metáfora. La belleza
café con leche de Valentina, hija de padre blanco y madre morena, sus ropas
coloridas, y ese vestidito transparente sobrepuesto. La sencillez y hermosura
de los trazos, la paleta de colores vivos pero suaves. Los materiales, el papel
reciclado, los retazos de tela, y sobre todo la coronita de papel de diario de
Valentina.
La ilustración final, la fotografía de la ciudad en blanco y
negro y los castillos sobre pintados de colores, resume toda una concepción del
mundo por parte de los autores.
Valentina me recuerda poderosamente a Orejas de mariposa, de
la escritora Luisa Aguilar y el ilustrador André Neves, (Editorial Kalandraka),
veo en ella la misma forma de derrotar la pobreza mediante la imaginación y el
amor.
¡Qué hermoso libro para leer y comentar en clase!
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