martes, 6 de mayo de 2014

Ziraldo: “No existe enseñanza fundamental sin afecto”

El brasileño es una figura de la literatura infantil. Promover la lectura es la tarea de su vida.

María Luján Picabea.

Quino, Rep y Ziraldo, en una entrevista pública en la Feria

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" Hay que llenar la escuela de imaginación”, suelta el brasileño Ziraldo (Minas Gerais, 1932), se apoya sobre el respaldo de la silla, alza la mirada y abre los brazos como si en ese gesto pudiera abrazar a los niños de toda América Latina. Autor e ilustrador de los exitosísimos Flicts y El Polilla (recientemente editados en la Argentina por Continente) y de más de cien títulos de literatura infantil, Ziraldo es, sobre todo, un militante de la promoción de la lectura. “Me tocó ser escritor de libros para niños en un país al que amo pero que tiene en la lectura uno de sus problemas mayores. Entonces batallo por hacer énfasis en la lectura y esa pasó a ser mi razón de vivir”, dice, y enseguida, comparte una serie de ideas que, afirma, quiere trasmitir a los docente de la Argentina.
“Yo siempre pensé que la maestra no puede ser una autoridad, debe ser un par, y debe ser afectuosa, porque no existe enseñanza fundamental sin afecto. He trabajado mucho en Brasil para que en la enseñanza inicial sea impartida por una sola maestra hasta que los niños dominen la lectura y la escritura; si no el niño tiene que enfrentarse a una fuerte violencia para aprender, porque cuando logra confiar y amar a su maestra, se va de vacaciones y al volver ya no la encuentra más. Nadie parece percibir la violencia de cambiar de persona y de método cada año. Es necesario una maestra que acompañe el crecimiento de los niños”, explica. Y, como no puede amordazar a su espíritu entusiasta, agrega: “Otra sugerencia es que la tarea para el hogar en los primeros años de escuela debe ser una sola, que el niño y la niña escriban un diario. Para aprender a escribir los niños tienen que hablar de sí mismos, no de la biografía de San Martín, tienen que aprender a observar y a describir naturalmente, desde la propia experiencia.
Muchas de esas ideas, tomaron forma literaria en Una maestra macanuda, libro en el que Ziraldo exploró la complicidad entre el maestro y el alumno como ecuación necesaria para el hallazgo de una alianza entre las palabras, las oraciones, los párrafos.

–¿Cuánto de esta maestra macanuda está inspirado en docentes suyos?

–Yo doy muchas conferencias en el país y afuera. Una vez fui a Uruguay e inventé, para hablar de lectura, esta maestra macanuda, diciendo que fue por ella qué yo me volví escritor. Las maestras amaron a esa docente imaginaria y me insistieron para que escribiera esa historia. Y sí, tomé algunos métodos de varios maestros de los que marcaron mi vida. Tuve también una maestra que era una niña de 16 años, su cabello se movía como si fuese en cámara lenta, se vestía como una actriz de cine. Aún hoy cierro los ojos y la veo, se llamaba Catarina.

–¿Se acuerda de sus primeras lecturas?

–Una de las memorias más antiguas que tengo es una fotografía. Yo debía tener cinco o seis años, vivía en un pueblo rural en el que cada tanto venía un cura a bautizar, un médico a dar las vacunas y cada tanto un fotógrafo. Hacía los retratos de toda la familia y mi mamá le pidió hacer una foto mía con mi hermano que era un año y medio más chico que yo. Me acuerdo que me senté con mis zapatitos blanco y negro, con las piernas cruzadas, haciéndome el hombrecito. Cuando el fotógrafo estaba a punto de hacer la toma mi madre dijo: “Un momento, falta el amigo de Ziraldo”. Vino con un libro. En la foto estoy sentado con el libro abierto. Estaba todo roto, era mi amigo, un libro ilustrado en blanco y naranja. Me acuerdo que de adulto fui a la casa de un amigo y tomé un libro y fui adivinando lo que había a la vuelta de página. Era ese mismo libro.

–¿Podría decirse que su literatura se nutre de lo que fue su infancia?

–Exactamente, por eso hay que llenar la infancia de magia, llenarla de imaginación.


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